Salí solo. 23:45 pm. Sábado en la noche, la gente estúpida
sobra. Me habían dejado plantado nuevamente. Nunca quedarse con las ganas de
algo era una consigna que aplicaba cada vez que mis posibilidades lo permitían,
así que salí no más. La noche era apacible, el cielo estrellado, la temperatura
simpática de aromas refrescantes. Tenía dos posibles destinos, así que
no me sería difícil encontrar paisanos que atendieran mis requerimientos de
parlamentos y algunas bebidas furtivas.
En casa, mientras esperaba la nada, bebí unas copas de vino, reservas de
alguna cosecha de la zona central. Chile
es una maravilla. Y salí, con un pucho a cuestas hacia el paradero de micros. Destino:
la cuidad de Quilpué. Yo vivo en la Villalemana, así que si conoces la zona
sabrás que Quilpué de noche tiene más posibilidades de “éxito”. Llegue al paradero
y decidí caminar una cuadra mas para comprar cigarrillos en la botillería que
se veía abierta. A unos cuarenta metros antes de llegar me percato que afuera del local se encuentra, echando
humos hacia la noche, un hombre joven de unos treinta años. Desde pequeño que
miro los rostros de la gente, buscando no se qué cosas, pero siempre lo he
hecho, esta no fue la salvedad. Fumaba mirando hacia el cielo, denotaba algo
inquietante, lo note de inmediato, algo le pasaba al sujeto. Entré al local
pensando que era él quien me atendería, así
que hice una pausa asumiendo que me
seguiría, pero no, ni se inmuto. Dentro de la botillería tras el mesón se encontraba una mujer. Buenas noches me
dijo, que se le ofrece. La chica era de facciones finas, creo que de pelo
castaño y se mostró atenta, sonriente. Ahí lo entendí todo, lo que le pasaba al
tipo de las humaredas. La cara del sujeto no coincidía con la amabilidad de esta
señorita. Lo entendí todo. Siempre capto las cosas al vuelo. En mi cabeza
empezaron a pasar imágenes rápidas, en fracciones de segundos. La quede mirando
fijamente por un momento y ella me sorprende con un “que es lo que va a llevar”,
una cajetilla de veinte, le dije. Pero mientras intercambiábamos esas escasas
palabras yo seguía con las imágenes. Me acorde de ti, de cuando nos ponemos a
discutir y tú te haces la indiferente, y yo me enfurezco tratando de no
aparentarlo y prendo un cigarrillo. Y claro, era eso. Una situación calcada.
Antes de llegar al local estuvieron peleando por algo intrascendente. Lo note
de inmediato, la cara del hombre ahí afuera, la manera de votar el humo y la
mirada hacia la nada en el cielo, siempre con el ceño fruncido. Era yo, claro
está, y tú tratando de disimular, al igual que la chica que me atendió como si
nada hubiera pasado. Lo entendí todo y sonreí. La mujer me dijo que debía
pagarle, eran como dos mil pesos, se los entregué y me dispuse a ir. Antes de
salir del local el tipo seguía ahí afuera, me voltee, los mire a ambos y les
dije: no sigan discutiendo más, da lo mismo quien tenga la razón, si se quieren
todo pasa y rápido. No pierdan el tiempo. La mujer me miro extrañadísima como
no entendiendo a que me refería, el sujeto como que no me pesco pero sin
embargo me dijo buenas noches. Yo me fui a mi destino. La noche me ofrecería
más que una imaginación estrellada.
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