lunes, 18 de mayo de 2015

Relato Casual

Salí solo. 23:45 pm. Sábado en la noche, la gente estúpida sobra. Me habían dejado plantado nuevamente. Nunca quedarse con las ganas de algo era una consigna que aplicaba cada vez que mis posibilidades lo permitían, así que salí no más. La noche era apacible, el cielo estrellado, la temperatura simpática de aromas refrescantes. Tenía dos posibles destinos, así que no me sería difícil encontrar paisanos que atendieran mis requerimientos de parlamentos y algunas bebidas furtivas.  En casa, mientras esperaba la nada, bebí unas copas de vino, reservas de alguna cosecha de la  zona central. Chile es una maravilla. Y salí, con un pucho a cuestas hacia el paradero de micros. Destino: la cuidad de Quilpué. Yo vivo en la Villalemana, así que si conoces la zona sabrás que Quilpué de noche tiene más posibilidades de “éxito”. Llegue al paradero y decidí caminar una cuadra mas para comprar cigarrillos en la botillería que se veía abierta. A unos cuarenta metros antes de llegar me percato  que afuera del local se encuentra, echando humos hacia la noche, un hombre joven de unos treinta años. Desde pequeño que miro los rostros de la gente, buscando no se qué cosas, pero siempre lo he hecho, esta no fue la salvedad. Fumaba mirando hacia el cielo, denotaba algo inquietante, lo note de inmediato, algo le pasaba al sujeto. Entré al local pensando que era él  quien me atendería, así que hice una pausa asumiendo  que me seguiría, pero no, ni se inmuto. Dentro de la botillería tras el mesón  se encontraba una mujer. Buenas noches me dijo, que se le ofrece. La chica era de facciones finas, creo que de pelo castaño y se mostró atenta, sonriente. Ahí lo entendí todo, lo que le pasaba al tipo de las humaredas. La cara del sujeto  no coincidía con la amabilidad de esta señorita. Lo entendí todo. Siempre capto las cosas al vuelo. En mi cabeza empezaron a pasar imágenes rápidas, en fracciones de segundos. La quede mirando fijamente por un momento y ella me sorprende con un “que es lo que va a llevar”, una cajetilla de veinte, le dije. Pero mientras intercambiábamos esas escasas palabras yo seguía con las imágenes. Me acorde de ti, de cuando nos ponemos a discutir y tú te haces la indiferente, y yo me enfurezco tratando de no aparentarlo y prendo un cigarrillo. Y claro, era eso. Una situación calcada. Antes de llegar al local estuvieron peleando por algo intrascendente. Lo note de inmediato, la cara del hombre ahí afuera, la manera de votar el humo y la mirada hacia la nada en el cielo, siempre con el ceño fruncido. Era yo, claro está, y tú tratando de disimular, al igual que la chica que me atendió como si nada hubiera pasado. Lo entendí todo y sonreí. La mujer me dijo que debía pagarle, eran como dos mil pesos, se los entregué y me dispuse a ir. Antes de salir del local el tipo seguía ahí afuera, me voltee, los mire a ambos y les dije: no sigan discutiendo más, da lo mismo quien tenga la razón, si se quieren todo pasa y rápido. No pierdan el tiempo. La mujer me miro extrañadísima como no entendiendo a que me refería, el sujeto como que no me pesco pero sin embargo me dijo buenas noches. Yo me fui a mi destino. La noche  me ofrecería  más que una imaginación estrellada.

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