miércoles, 29 de julio de 2015

Judas el Pedro


Costaba decir lo que se pensaba

Yo quería salir corriendo
Olvidarlo todo
Meterme dentro de una botella como un barco de madera
Y macerarme pausadamente hasta la llegada de quizás que
Costaba decir lo que se pensaba
Tú mirabas con extrañeza
Como buscando alegrías
Como buscando en el recuerdo
Ausencias
Justificando hasta el ADN
Invadido por cuestionamientos razonables
Fuiste Pedro el negador
Fui Judas el traidor
Y la Magdalena no aceptaba mis monedas
Fuimos cómplices de todo silencio
Pensábamos de manera lineal
El horizonte siempre estaría al fondo en el frente
                                    Nos mintieron
Ya que la H nunca conoció su voz
Ya que hay palabras que suman dos cosas distintas
Ya que los colores no son tales
Nos mintieron una y otra vez
Sin querer pero queriendo
La gravedad hizo su trabajo
Siempre hacia abajo
Pero Newton también nos mintió
Costaba decir lo que se pensaba
Más cuando hay ruido en las palabras
Más cuando los acentos no aciertan
Y cada frase asoma como una daga literaria
Y la mirada se coagula en un dos tres momia
Fuera de todo juego
Al margen del margen
Desconociendo los segundos nombres
Mal interpretando los apellidos
Costaba decir lo que se pensaba

     Costaba             
                                                                                                                                          hasta hoy

jueves, 16 de julio de 2015

Encuentro con un poeta


Buscábamos  el mejor lugar para besarnos. Unas veces en las escaleras de cemento frente al estadio, otras en la plaza de los loros frente al mar, donde tallé nuestros nombres en ese banco –años después pasé por ahí y recordé ese momento, no había ni bancos ni menos nuestros nombres, y los loros no me reconocieron-. Ahí el aroma marino nos abrazaba y bañaba con su esencia. Otras veces caminábamos por la costanera en busca de esa plaza con escondites que favorecían lo ávido de nuestras edades. La playa con sus arenas sucias nos prestó caricias en incontables ocasiones. Pasamos tantas veces por ahí, que  ya mirábamos con otros ojos al loco en su encierro, en ese hospital desde donde nos gritaba que nos cuidáramos y que lo dejáramos salir. Lo pasábamos bien. No sabíamos quiénes éramos. Todo paso rápido.
No sé porque me acordé de ese día. El recuerdo  aflora siempre en el momento oportuno. Hoy me reivindico con estas palabras.
Ese día no fuimos a comer al casino, ni a contaminar el paisaje costero. Nos fuimos al cuarto o quinto piso, no recuerdo bien, y en uno de eso pasillos, arropados juntos a los ventanales, nos  dispusimos a comer. Quizás ese día yo haya llevado las ensaladas y ella el plato de fondo. Parecíamos la pareja perfecta. Nada es perfecto. Solo momentos como ese.
¿Ese que esta allá solo al fondo del pasillo es tu compañero? Le pregunto con incredulidad. Había mucha luz ese día, y los ventanales no tenían cortinas, así que le fue difícil reconocerlo ya que a esas horas el sol encandilaba con su esplendor.
Sí, me parece que es El. Me responde débilmente.
El estaba apoyado en una mesa, al fondo del pasillo, con unos libros sobre ella y con un cuaderno abierto, escribía y miraba desde el ventanal. Su aspecto era apacible, quizás estuviese  estudiando, pensamos. Nos despreocupamos después de que ella revisó en su agenda por si no tuviese tareas o algo que entregar en alguna signatura. Quedó con algunas dudas al ver a su compañero en esa actitud de estudio.
De pronto y sin darnos cuenta lo tenemos de frente a nosotros y nos dice: chiquillos, disculpen, les puedo leer algo. Naturalmente les dijimos que sí.
 No pensé en nada, ni menos entendí lo que nos regaló. En esas palabras había algo de melódico. Nosotros nos amábamos arrítmicos. Nunca más hablamos del asunto.

Se fue tal cual había llegado, en silencio. El poeta sabe cómo llegar, nunca más lo vi. Hoy lo recuerdo en estos garabatos.

miércoles, 1 de julio de 2015

Relato Causal


Cuando desaparecen las ideas para escribir alguno de estos u  de los otros, significa que las  cosas no fluyen, el pensamiento no avanza y la mirada se queda ahí, estática, unísona. El sentimiento es de abandono, de soledad, la música aburre y la concentración pasa  por amorfos vaivenes transparentes, imágenes sin acentos…las falanges de los dedos rígidos, y el café frio.
No pretendo tener motivos de sobra para expresar  o “emprender” una carrera de escritor descollante y grandilocuente, ni tener temas de sobra para contar historias impredecibles… o la melodía perfecta en la pluma… o en  lengua… o en la punta de los  dedos. Pero cuando no hay ni puta idea que guie o le dé el  comienzo, el punta píe inicial, a un ejercicio necesario como el de exponer la imaginación o la realidad en la pantalla de mi computador, las cosas se ponen decepcionantes, y no hay mejor sentimiento en la vida que la decepción. Bueno, en rigor no sé si  sea lo mejor, pero que es importante sentir dicho sentimiento está claro que si, de lo contrario seriamos insectos de jardines deshabitados con una sonrisa siempre a flor de piel y andaríamos siempre hacia el mismo lado, en fin…
 Por otro lado, la situación actual en la me encuentro es de desocupación laboral, aunque tengo que levantarme igual de temprano que un obrero responsable, lo mío pasa por llegar a cuidar a mis hijas para que mi ex pareja o la mamá de las niñas, como quieras llamarle, pueda laburar con tranquilidad (que mejor que dejar a los niños con el padre, por muy pelotudo que este sea, más vale pelotudo con la misma sangre que pelotudo por conocer)… Mis hermosas hijas, ya hablaremos de ellas mas a delante. Pero decía que me encuentro sin actividad remunerada y eso no es menor si uno anda buscando tema para darle a las palabras o a la  escritura desenfrenada, ya que cuando más escribí fue cuando trabajaba a sueldo fijo. Si, maravilloso e increíble, nada que no le haya pasado a algún otro seudo escritor, el trabajo  invita  a dejar tus funciones contractuales para descubrirte, en pocas palabras o en todos los garabatos: la monotonía del día a día por un par de monedas formó, forma y formará a muchos artistas en su deleite. El trabajo te enrostra la precariedad de la humanidad. Así que la situación no es menor, por dentro algo me dice que tengo que darle a las palabras y las historias que se construyen con ellas  y por otro lado, ya no está ese lugar que propiciaba el ambiente justo para llegar dicha prosa. Pero ya comencé, así que nada de extrañar ese trabajo de mierda.

Hoy me levante a las seis de la mañana y tomé el mismo micro que ayer para llegar a la hora que corresponde a la casa de mis hijas, pasó a las 06:23 en punto. Hola, como durmieron las niñas y que hago de almuerzo, fueron las primeras palabras del día. Te lo comento ya que doy por hecho que no sabes cuales fueron tus primeras palabras del día de hoy, a todo esto a nadie le importa.