miércoles, 24 de diciembre de 2014


Increíblemente helado esperando
La copa en la mano
15 humos y las luces y los cerros y sin imaginación
Increíblemente frió el pensamiento
Envuelto en la vida misma
Cuestionando
Revisando
Asumiendo la debilidad
Y solo
Y solo por hoy
Por ayer
Por  cada vez
Si la conciencia tuviese estándares
Si los objetivos se enmarcaran en una única verdad
Si nos diésemos cuenta de cómo baila el tiempo
Y todos a posterior
A distancia
Microscópicos
En el desgaste
En la perpetua y errónea revisión
En la insignificancia del ser
De asumir cuestionamientos
Manipulando el error la puntería la inconsciencia
Palabra por palabra
Mirada por acción
Egoísmo por si las moscas
Todo circulo
 Todo redundante
Todo acá sin aire
Envasado en el vacio
En piel  menudencias
Proporcionalmente

 Sin asombro

miércoles, 10 de diciembre de 2014

ME SENTÉ ATRÁS
A MIRAR
PARA ESCRIBIR
EL ESPEJO NO SIEMPRE ES GRANDE
SOBRE ASUNTOS DE MAL GUSTO
Y DOLORES DE WATA
SOBRE INSOMNIOS DE PENSAMIENTOS VELOCES
ME SENTÉ ATRÁS PARA NO SER VISTO
SABIENDO QUE LOS DE ATRÁS SON LOS MAS CUESTIONADOS
Y MAL VISTOS
COMO PASA EN LA AULAS
COMO PASA EN EL PASADO

LA TRANSPARENCIA SOLO OCURRE EN LA FICCIÓN
LA POESÍA NO PUEDE SER FICCIÓN
FICCIÓN ES TODO AQUELLO IRREAL
IRREAL ES TODO AQUELLO QUE VEO COMO CIERTO
ES INCONCEBIBLE
NO ME SOSTENGO
LA MOSQUITA MUERTA NO TIENE CABIDA
SOLO BAILA EN UN ESTOMAGO ATORMENTADO
VACIÓ
HAMBRIENTO
OJEROSO
TRANSPARENTE

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Espejos


Es el  espejo quien secuestra todo arrebato
Y nada lo convence ni asombra
Las tareas laborales son acosadas por comentarios de pasillo
Al parecer hablar a la cara es un tema de carácter secundario
Mi carácter designado for ever transita en todas direcciones
Pero la cara  de hueon hay que mantenerla inteligentemente afable
Ayer sonreí con el chiste  que escuche en el colectivo fue un rato agradable
A la hora que el chofer no causa ese efecto en mi carácter me bajo y camino a pie
A pie se puede pensar en casi todo o accionar para no aburrirse de avanzar tan lento: mirar el paisaje, contar aves, no pisar nunca una piedrecilla o inventar chistes buenos o malos
Porque estamos rodeados de buenos y malos personajes como chistes no basta con apagar la tv
O ser independiente o autosustentable o pro
Sumemos a todo y a más que hay que tener ojo ser vio pero un buen ojo un ojo vivaz…es válido ocupar gotitas, o gafas de mil
Discernir siempre lo que se oye en los pasillos
O simplemente no sacarse los audífonos nunca
Limpiar bien el espejo antes de ser secuestrado por los arrebatos
Tener un buen filtro uv & humano & filtrar de vez en cuando
“De vez en cuando” es otra de las asignaciones temporales que debiesen reivindicarse
Así como el “para siempre” debiese desaparecer para siempre
Y el “más rato” debiese acotarse… sobre todo después de almuerzo.
El espejo es el objeto que debiésemos considerar por sobre los demás
Más que la tasa del baño
O que el refrigerador
Es el espejo el que nos muestra nuestras caretas
La mentira nunca se verá reflejada en él y el tiempo es objetivo ante sus ojos
Aunque entre toda la luz o estemos absolutamente a obscuras
Aunque este trisado  sucio o sin un marco de referencia.

sábado, 15 de noviembre de 2014

No es cuento


Era mi primer año como profesor, encontré trabajo en un colegio municipal de mi cuidad para realizar un taller de fútbol. El colegio  se ubica, y digo se ubica por que aún existe, en la periferia de la cuidad, donde las calles tienen un aroma distinto a las calles de cemento. El sector lo conocía, había trabajado ahí en un verano del pasado haciendo un reemplazo en el correo, al cartero del sector, “cuartel once” como se denomina  en el ambiente de encomiendas y estampillas. El establecimiento no era grande pero presentaba por ese entonces bastante matrícula. Naturalmente el taller de fútbol era el más asistido entre los diferentes talleres o actividades extra curriculares de libre elección (me encanta eso de “actividades extra curriculares de libre elección”, suena pulento)
Y ahí estaba yo, con mi vocación intacta, con la ilusión y motivación de realizar un excelente trabajo, con la convicción de incidir de manera sustantiva en algún descarriado o mal enfocado púber,  “el futbol mantiene motivado siempre a los chiquillos, así que no tendré problemas, es más, será una excelente herramienta pedagógica” me decía mientras pedaleaba y pedaleaba camino a mi primer destino profesional.
Eran las 15:30 horas y un día  de Abril, el calor se pronunciaba como lo suele hacer a esas alturas del año, más si estas entrando a un colegio municipal. Me presentó ante los participantes del taller el director del colegio. “se callan todos” dijo,  con voz de director avezado. “les presento al profesor que les va hacer las clases de futbol” dijo con un tono menos avezado. Luego, giro la mirada y me dijo “profesor: cualquier problema que tenga con algún niño, me lo comunica y lo ELIMINAMOS INMEDIATAMENTE del taller”, si claro le dije, “pero no creo que den problemas” le respondí, me miro con cara de director avezado nuevamente, luego se retiró a su oficina, eso creo. Me presenté y pase la asistencia. Es importante tener la asistencia en estos tipos de talleres y más importante es que ésta sea contundente, hay un mínimo de chiquillos por taller que se exige, de lo contrario, los que articulan y gestionan estos talleres - desde la corporación municipal de educación-  se ven en la obligación de darlo por concluido, claro, económicamente no se justificaría. Ese día, el primer día del taller y el primer día de mi ejercicio profesional, la asistencia   llego a 25 participantes, que fluctuaban entre los cursos  de 5°to a 8°vo básico…”hola tío yo soy el Carechala, dígame así no más, todos me dicen así, hasta en mi casa, la dura…” Pensé que los demás se iban a reír, pero no. “…yo no soy tan bueno pá la pelota como mis compañeros, pero igual no ma poh, prefiero estar acá que llegar temprano pa mi casa, la pulenta”, me dijo el Carechala.
 La cancha de  fútbol como tal no era de  fútbol, no creo que exista un colegio municipal en Chile que tenga cancha de fútbol, así que la multicancha de cemento, llena de tierra y con las líneas mal marcadas y por segmentos invisibles, no era un mal escenario. Rápidamente capté a los alumnos más avenjados con la  de cuero, e hicimos 5 equipos. Fue el primer campeonato que organicé. Estupendo.
La segunda clases no fue muy distinta de la anterior, salvo por un hecho que me pareció notable, aunque no lo noté, me lo hicieron notar. Habían trascurrido algunos minutos, cuando se me acerca Mario, el “Caeza de Alcancía”, como le decían sus compañeros, “tío me dice la hora porfa” me dijo en un tono natural, yo no usaba reloj de pulsera, así que la hora y el cronometro me los daba el celular que siempre llevaba en algún lugar de mi ropaje, meto mi mano derecha en respectivo bolsillo, para responder a su demanda, y nada, reviso los otros bolsillos e igual resultado, con cara de “no encuentro mi celu” lo miro, el Caeza de Alcancía en un acto de astucia corrige su postura llevando los hombros hacia tras  y con un cándido aspecto en su rostro asoma un cuarto de sonrisa y me dice “ tío, tiene que estar más vio, acá todos los cauros no son igual de legales que yo”…mete su mano en su bolsillo y me devuelve mi celular, acto seguido, se pone a correr en busca de lo que rodaba por los suelos. Me quede quieto sobre mis dos extremidades y en fracción de  segundos pensé: “tengo que hacer algo, reconvenirlo, no puede pasar por encima burlándose así, mejor hablo con el director…” pero no hice nada, no fui capaz de reaccionar ante peculiar y simpática manera de advertencia, o quizás simple broma. Fue mi primer conflicto como pedagogo,  y no hice absolutamente nada, pero que iba hacer, solo me sacó el celular del bolsillo luego me lo devolvió y a ese ejercicio sumó un consejo del tipo asesor “tío, tiene que estar más vío…”
Pasaron dos o tres semanas, las clases funcionaban, solo tenía que reconvenir las siempre y comunes riñas literatas, saber manejar y sancionar las  faltas descalificadoras sin balón, que abundaban en algunos - el ejercicio de árbitro de pichanga no es una actividad simpática ni simplona, en ocasiones tuve que ser carepalo y sancionar a varios, una lata -. Hasta el día de hoy me cuesta sancionar a los estudiante, de alguna manera entiendo sus comportamientos y arrebatos, pero la sanción es una “herramienta axiomática hacia el aprendizaje y adquisición de valores y etcéteras”, puaj, ¡patrañas!. Admiro a esos colegas que la sanción les sale por los poros… tres veces puaj.!!!
 La cosa fue que me llamaron de la corporación educacional (los grandes jefes) y me preguntaron si podía tomar otras horas de taller de fútbol, en un ‘nuevo colegio’, el profesor titular había renunciado. Naturalmente acepté  con agrado, primer año laboral como profesional y ya estaba en dos colegios, sentí que el destino y yo avanzábamos juntos por primera vez.
Mi medio de transporte seguía siendo la bicicleta, ahorraba bastante en locomoción, la distancia de éstos colegios a mi casa es de varios minutos, así que durante el  pedaleo planificaba las actividades que iba a realizar, un buen profesor no puede dejar nada al azar,  la planificación de clases es y será el mecanismo de obtención de logros y mejoras, aunque fuese para un taller de futbol y aunque se planifique sobre una bicicleta. Puaj.!!!
 Fue en un semáforo en rojo que se me prendió la luz, pensé con natural convicción: “lo único que nos hace falta, a mí y mis alumnos era un partido amistoso”. El partido de alguna manera estaba listo, trabajaba en dos colegios, con niños de la misma edad y en la misma disciplina deportiva. Solo quedaba gestionar con los directores y le dábamos. “Ningún problema profesor, usted me entrega la nómina de alumnos, les mandamos la autorización al apoderado para que la firme, sin ella el alumno no puede participar, y listo” me dijo el director del colegio del Caeza de Alcancía. El partido se realizó en el ‘nuevo colegio, ya que la  multicancha presentaba mejores condiciones que la otra, se notaban más la líneas.
Antes de salir al esperado encuentro amistoso, el director nos reunió a todos en una sala y mirando seriamente a los estudiantes futbolistas les dijo en un tono persuasivo  agresivo: “si alguno de ustedes le da algún tipo de  problemas al profesor, inmediatamente queda fuera del taller de fútbol, les quedo claro”, “si señor director” replicaron a coro, como un acto reflejo involuntario, de un coro eclesiástico.
Nos subimos al micro, en dirección al ‘nuevo colegio’, íbamos 10 jugadores que seleccioné, más el Carechala, como ayudante aguatero. Fue especial la sensación del trayecto, el micrero me miro con una sonrisa al subir y sumó las palabras de “buenas tardes profesor”, la gente nos miraba y acoplaba cálidas sonrisas, tanto a los chiquillos como a mí. Me da la impresión que hay una valoración, por parte de la gente, cuando se topa con alumnos disfrazados de futbolistas y acompañados de su profesor. El trayecto, que duro unos 10 minutos, fue de mi  total agrado y me sentí orgulloso de mi ejercicio profesional.
Comenzó el partido y comenzó la tortura. Me vi expuesto a algo que no había previsto. El árbitro del encuentro era yo, el profesor a cargo de ambos equipos también era yo y eso me paso la cuenta. Todo partido de fútbol tiene el componente competitivo, por más amistoso que fuese, más si son dos colegios de población, eso ni se me había ocurrido. Comenzaron los encontrones, la pierna fuerte, las malas miradas y las burlas, más aún si algún jugador hacia alguna maniobra que denostara a su marcador. Vinieron los goles y las enrostradas en las celebraciones. Yo temía por el desenlace del ‘juego’, así que pité fuerte y les advertí: “haber chicos, este es un partido amistoso, la idea es que lo pasemos bien en torno al juego, no que se burlen del rival, menos que se enfrenten a patadas y puñetes, entendido”. No sé si se habrá notado en mi voz el nerviosismo que sentía, de inmediato se escuchó desde una de las bancas “chaa, entonces cobre bien poh tío, le cobra a ellos nomá”… Continúo el juego, el equipo del Carechala ganaba  tres a uno, aun en el primer tiempo, cuando en una jugada notoriamente mal intencionada el Caeza de Alcancía le pega una patada descalificadora a uno del otro equipo. Como por efecto automático, aparece un alumno de la banca del ‘colegio nuevo’ y se transa a patadas y puñetes con el Cabeza de Alcancía. Ahí se pudrió todo. Comenzó una batalla campal, todos contra todos, yo separaba  a unos pero por el otro lado habían cuatro peleando y gritándose groserías. Aquella guerra de patadas y combos duro unos cuarenta y cinco segundos, y no pude controlarla. Me sentí defraudado. Aparecieron, por fortuna, dos paradocentes  que hacían el aseo a esas horas de la tarde, a separar a los avezados y agresivos ‘futbolistas’. Al fin, controlamos la seguidilla de golpes que alcanzaron a proporcionarse,  lo que no pudimos controlar (junto con los dos paradocentes)  fueron las amenazas que se lanzaba de un lado para otro, amenazas con tintes delictuales que emanaban con fluidez y naturalidad, “cuando te pille en la calle te amo a dar una zarza de puñaladas gil y la con…” se gritaban, si ningún tipo de respeto por mí, ni menos por el colegio en que nos encontrábamos.
 Logré juntar a los diez más el Carechala para retirarnos hacia nuestro establecimiento, sentía rabia y vergüenza, de alguna manera fui el responsable de aquella sucia y negra jornada. La nada de experiencia me pasó la cuenta y pagué el noviciado… nunca pensé que pasaría algo de esa envergadura. Nervioso aún y con las pulsaciones aceleradas me subí al micro con mis alumnos, ellos seguían hablando de lo sucedido, comentando las patadas y los puñetes que propinaron a sus pares, la gente del bus escuchaba extrañada, yo en silencio, cabizbajo, sin autoridad, lejos de ser el profesor ejemplar que era en el viaje de ida, antes del partido de puñetes.

 Lo que quedaba era contarle al director lo sucedido y de alguna manera, reconocerle mi error de haber echo  de doble profesor y arbitro a la vez. Recordé la advertencia del director hacia los alumnos, “si alguno de ustedes le da algún tipo de  problemas al profesor, inmediatamente queda fuera del taller de futbol…”, ¿y si  cumple su palabra? me dije, quedaré sin alumnos y quizás sin taller…pensé. Aquel episodio fue mi segundo conflicto como pedagogo, y no es cuento.

lunes, 3 de noviembre de 2014


La bulla de la sala de clases armoniza perfecto con mi sentir
Las caras de todos los chicos queriendo decir “acá estoy”
Yo
Buscándome en cada banco
En cada pupitre.
Cada mueca en su lugar, cada pregunta hacia dentro
Las tribus, los ermitaños, un lector furtivo, un payaso...
Pocos son los silentes…
De pocos me acordaré a posterior…
La bulla de la sala de clases es similar  a los días de lluvia
Esos maravillosos días…
Estos maravillosos desconocidos…
La bulla de la salad de clases es similar al ruido del pensamiento
Antes de quedarse dormido
Dormido como las salas de clases
Cuando hay solo uno al frente
Como el guía gurú referente
Mientras  los “sin luz” se acomodan entre filas y columnas
Mirando sin nada que ver
Escuchando con fonos en la piel
Por mi parte, me hago aparte y me desnudo
Observo pasivo…
Soy el evaluador externo
Y me  encuentro carente…
Seudoconciente

Y siempre en reforma.

sábado, 1 de noviembre de 2014

La operación.


No podías  dejar rastro alguno y para eso tenías que girar el desatornillador suavemente sin presionar demasiado, ya que en algunos casos, era fácil delatarse al sacarle un poco de pintura a esos pequeños tornillos, sobre todo si eran negros. Una vez sueltos todos  llevabas el cincuenta por ciento de la operación resuelta, lo difícil venia después, en teoría.
Costaba conseguir la música que escuchábamos, música undergraund, parafraseábamos orgullosos. La red de  contactos era limitada y siempre te  pedían algo a cambio, por lo general otro casete, una especie de trueque musical; otros te pedían dinero a cambio por la grabada, el trueque era lo mío, el dinero escaseaba en casa y en mis bolsillos.
Tenía trece o catorce años, un pendejo vestido de negro y con poleras  con vistosos estampados, por lo general pintados de sugerentes colores oscuros. Recuerdo que unos primos me molestaban por mi tendencia, me decían que me  creía malo , “jajajaja” , yo los ignoraba, ellos no tenían la seguridad al mirar a los ojos, menos una caminada con estilo -un balanceo con flexión de rodillas acompañado de un melódico movimiento  de hombros al avanzar- ,todo un estilo al mover los pies, si no tenias un estilo al caminar ni casetes que truecar no podías ser un “thrashers”, serias  como los demás, como la masa común y corriente, como los que caminaban recto y con sus peinados gomina… como mis primos, como todos  aquellos que no sentían una especie de malestar al abrir los ojos a diario y al anochecer.
Ya había conseguido suficientes casetes y una polera de una banda gringa, los gringos son igual que los ingleses o que los alemanes o que los judíos en asuntos metaleros, no hay ideología política aquí, hay casetes, poleras  y un grupo de amigos que te validan, nada más importa.
Los casetes ya abundaban en mi pieza, excelente: una pieza empapelada de caratulas de vinilos fotocopiadas en blanco y negro y posters de chascones enojados… y coleccionar cada vez más casetes te daba cierto estatus, claro, podías intercambiar opiniones con los mayores del grupo de amigos, exigir a la hora del trueque y pedir el ultimo LP de la banda en cuestión. Todo era jerárquico, entre más casetes, poleras y  pelo largo, mayor validación. El cariño escaseaba también en eso tiempos.
 Con bastantes casetes, la mayoría piratas, claro está,  lo que empezaba a tomar relevancia eran la calidad de las grabaciones, el sonido. Tanta prostitución de cintas  deterioraba el producto, eso lo tenía más que claro, no siempre se podían copiar directo de vinilos… los cds aparecieron a posterior.
Una tarde, lo recuerdo claramente, fui a visitar a mi amigo de costumbre, este estaba en su pieza escuchando una banda nueva que le había llegado del viejo continente, creo que era Leviathan, y tenía sobre su cama dos casetes abiertos con las cintas afuera, le pregunte si era su radio la que había hecho el daño y me dijo que no, que estaba “operando”. Me reí y no hice comentario alguno, solo seguí observando la maniobra con suma atención. La operación, en resumidas cuentas, era abrir el casete, previa grabación, cambiar la cinta “original” por la que habías grabado, de esta manera te quedabas con la cinta que te habían prestado. Cuando devolvías el casete no habrían sospechas inmediatas ya que la cascara del casete era la misma, lo que no venia dentro era la cinta original.
Así, debo confesar 20 años después, cagué a varios de mis amigos, nunca nadie me dijo nada, pasé piola.

“Ni tan arrepentido ni encantado….”

martes, 28 de octubre de 2014

Perdedores hermosos

Entra al bar y pide un destilado. Cuenta los sombreros que adornan la muralla que tiene frente a sus ojos. Ya no puede fumar ahí dentro, la ley es rigurosa. Recuerda que todo pasado fue mejor, muchos amigos, los domingos en la cancha, el  sexo seguro. Pero no puede fumar ahí dentro. Sale a la calle. Fósforos sueltos en el bolsillo. Entra. Pide otro igual. En la tv pasan una película de acción. Piensa en él mismo, en la no acción de hace años, en el aroma de  una mujer cualquiera. El espejo de la barra refleja su rostro. Muchas arrugas, mucho bar en la piel. La niña de la cocina es joven y se incorpora a limpiar unas mesas. Piensa en ella, la desnuda en dos pestañeadas. No recuerda su última vez. Orines en el baño.

domingo, 26 de octubre de 2014

Juan XXIII


Cuando estaba en el colegio nunca escribí un poema
Parece que nunca escribí nada
Me sabía muchas canciones, sí
Pero ninguna mía
Había que darle a los balones
 Al sudor desenfrenado
Todo era cancha aunque nunca fui canchero
Cuando estaba en el colegio nunca pensé en mi futuro
Ni el próximo recreo
Jamás ejercité la visión del profeta
Los anhelos estaban anegados por la realidad
No había imaginación
Cuando estaba en el colegio nunca me sentí desorientado
Todos mis sentidos estaban cohesionados sobre mis pies
-Las proyecciones no tienen nada que ver con el sentido Kinestésico-
Por lo demás tampoco jugué a los juegos de azar
Sabía que las cosas vendrían
A su tiempo
Con sus propias características
Cuando estaba en el colegio nunca toque la guitarra
La miraba de lejos
Con la distancia del horizonte
La verdad, nunca quise tocarla

Bueno…
Siego en el colegio
Más tarde entro a mi curso
Jefatura
Segundo medio
Consejo de curso orientación

 Grado Magister

Sueño v/s Sueño


Yo soñé pocas veces en mis noches
Y el sueño llegaba lento casi por obligación
Yo soñé con ese hombre
Semidesnudo
Que se escondía en la esquina de mi habitación
Dentro de un cubo
Vestido con  cadenas que envolvían   su delgadez
Encarcelado en esa esquina
Como una rata humana  privada de libertad
Atada a la parte posterior de mi hipotálamo 
Así
 Mediante el sueño
Conocí lo que era el miedo

Después soñaba para quedar dormido
Para el descanso necesario
En sueños de princesas que besaban mis garabatos
Ensueños idílicos que proyectaban mi egoísmo
Finales felices para acceder al dulce reposo
Hasta la legaña del mañana
Hasta la conciencia del amanecer

El presente no requiere sueños
Ni planificaciones hacia mejoras
El insomnio amigo me abraza en sus visitas
Me ha enseñado a no temerle
Y cuando se requiere descanso
 (de parpados cerrados)
 Automáticamente  caigo en las sombras de la nada
Hasta la legaña del mañana
Hasta la luz
De un nuevo

 Desayuno

lunes, 20 de octubre de 2014

La Coincidencia


Cuando entramos   la habitación esta estaba en silencio, deshabitada, los dos lechos  de plaza y media con sus cubrecamas impecablemente blancos y un gran cojín con bordados dorados, la típica mesilla con ruedas que se manipula a antojo y que sirve tanto para escribir como para comer, la puerta del baño justo en la mitad del recinto y el biombo respectivo que divide y propicia una seudoprivacidad. Nos dijeron que teníamos suerte ya que por lo general en este tipo de servicios una de las dos  camas está ocupada por otro cliente, o podría ser que llegue  en cualquier momento, así que cruzábamos los dedos para poder  disfrutar de una privacidad absoluta  y esperábamos a que no llegue nadie… Una habitación para ellas solas, una maravilla.
El parto había sido normal, todo bien, todo cómodo, nuestra hija en nuestros brazos, las enfermeras a disposición de la madre e hija y, naturalmente para la vista y regocijo del padre - las coquetas enfermeras enferman a cualquiera-. Las dependencias de la habitación clínica estupenda, me sentía un abc uno, caminaba erguido por los pasillos para comprar café o alguna tontera, algún “tente en pié. Las visitas  empezaron a llegar… se abalanzaban como  es de costumbre en estos tipos de acontecimientos… Todos con regalos, todos compitiendo por el mejor presente. La visible felicidad de nuestros padres, hermanos y amigos, todos con sus particulares  sermones y consejos  filosófico-matemáticos…todos opinaban y bendecían. El celular no paraba de sonar, me sentía un protagonista, el principal, la felicidad estaba ahí; una niñita hermosa decían todos, yo objetaba con cariño: “las guaguas no son muy agraciadas que digamos al nacer, después sí que toman forma y se destacan, bueno no todas…”.   Era nuestro  primer hijo, no sabíamos que…
Pesaba el mes de mayo, yo estaba trabajando en dos colegios y por fin con horario casi completo, eso significa, claro está, que las lucas mejoraban en comparación a los años anteriores,  aunque en esta profesión el dinero es un tema limitado.  Ella, la  madre de la maravilla, siempre ganó más dinero que yo, eso hasta ahora, bien por ella y por sus tarjetas de crédito. Ese día, lo recuerdo perfectamente, me llamó al celular el director del colegio donde trabajaba con agrado -el otro colegio, un establecimiento que se jactaba del catolicismo, la solidaridad y la moral pero, paradójicamente  los trabajadores despotricábamos  a diario… un típico caso de cinismo institucional  exacerbado-  y me dice que tiene que entrevistarse urgentemente conmigo, a la brevedad, ahora mismo. A mí me sonó raro el asunto, él sabía que estaba en la clínica por el tema del nacimiento y que me llamara a una “entrevista” era, a lo menos, sospechoso. Me puse los pantalones y con voz de padre de familia le dije que era imposible que fuese al colegio, que me tomé los días que la  ley da para estos casos y punto, se acabó, me quedo en la clínica… No le quedó otra opción que decirme la verdad, y la verdad era que no había ninguna entrevista, los colegas profesores habían organizado una convivencia o vituperio donde se  entregan regalos a los bebes que nacen, se come y se bebe alguna bebida simpática, baby shower le denominan, una mierda de ejercicio pero que a fin de cuentas se agradece por los obsequios. En el colegio este tipo de acciones ya es una  costumbre institucionalizada y nótese que es un colegio laico, pagano dirían muchos;  en el otro colegio, el de la religión, moral y de las buenas costumbres incluso  miraron con recelo el que me haya tomado los días legales para acompañar a la familia y hacer los  trámites, que me correspondían legalmente por cierto...de regalos nada…..ah, sí,  alguna sonrisa falsa.
Esa tarde tomé el auto rumbo al colegio a buscar regalitos. La sensación era extraña, pasaban por mi cráneo muchas imágenes y pensamientos disímiles, el sentido de la paternidad me estaba llegando desde las alturas y causaba sensaciones únicas pero que me impartían cierto temor,  un temor dispuesto a asumir con agrado, con asombro y  cierta ansia. Me preguntaba –aun lo hago y a menudo- quien era esta niña que aparecía en mi vida, quien era esta criatura con el título de  “mi hija” y que no pude nunca imaginar   tener, menos su rostro o su risa, no me daba la imaginación para tal ejercicio visionario, que cosas hará, que talento trae….Impresionante sentir esas cosas, inimaginable e inmensurable sensación.
En el colegio la cosa fue más o menos  prevista,-creo haber participado en un evento similar el año anterior- las felicitaciones, abrazos, consejos, cuanto pesó, cuanto midió…. latas y más latas de palabras con sonrisas que uno nunca sabe si son parte del profesionalismo del colega o una actuación del mismo. Se formó un circulo, todos sentados en una silla mirándonos entre sí,   el vaso de plástico en la mano y en la boca siempre, o con maní o queque. Y se procede a lo  simpático, siempre guiados por el “animador”… a jugar, a cualquier tontera que este decida… Me consolaban los regalos que estaban en una mesa todos apilados, eran varios, la espera valía la pena.
Me devolví al hospital reconfortado y de cierta manera sorprendido por la cantidad de regalos entregados por los colegas, ahí entendí que mis prejuicios son una cosa crónica y siempre desmesurada, y que yo, en el lugar de ellos, hubiese gastado mucho menos dinero en el presente.
 Cuando llegué a la habitación estaba mi mujer acostada con la  niña en brazos tratando de darle pecho. Entro,  y me mira con cierta inquietud y apunta con su mirada haciendo un leve giro del cuello y una mueca con los labios  hacia donde se ubicaba  el biombo,  ahí entendí lo me decía…  escuché voces… habían llegado los vecinos. Fin de la privacidad. Yo venía con muchas bolsas con regalos así que la impresión  de ella al verme fue de sumo agrado y de alguna manera menguó, por lo menos  por un rato, el término de la privacidad en la habitación. En un momento llegué a pensar que podríamos estar solos y que no llegaría nadie. Pero nunca imaginé que las coincidencias  llegaran a tanto.
Siempre he sostenido que los acontecimientos, por buenos, malos, feos, tristes, trágicos,  patéticos  o fomes pasan por algo, por algo que tendrá significancia o quizás no tanto, pero que a fin de cuantas está determinando algún detalle o protagonismo de algún momento a posterior. Las cosas al azar - o simple suerte o compleja mala suerte - no me dan una respuesta lógica a todo lo que puede llegar a  significar una situación “fortuita”. Esa tarde cuando iba en el auto en dirección a la clínica con los regalos, apareció una reflexión que me acompaña desde pequeño, que tiene que ver con situaciones idénticas  que pasan al mismo tiempo, por ejemplo: recuerdo haber pensado, en más de una ocasión, mientras estaba en el baño haciendo alguna necesidad fisiológica, cuantas personas al igual que yo están en este instante haciendo lo mismo; o en el momento de una exquisita acción sexual y en pleno éxtasis orgásmico, cuantos seres humanos estarán en este preciso instante en el mismo éxtasis  … me intriga ,no sé por qué motivos, ese tipo de voyerismo coincidente y paralelo.
Escuché voces…le pregunté a mi señora a qué hora habían llegado y me respondió que hace como dos horas,  que tenía pinta de simpática la niña, que había llegado con la mamá y con  una niña que presentaba un claro síndrome que no sabía cuál sería (por la apariencia física, argumentó) y que había escuchado que esperaba por una cesaría, me dijo. Yo desde el lugar de la cama donde  me había sentado solo podía ver la parte posterior de un hombro y el brazo de, al parecer, la madre de la compañera de habitación. El biombo no lograba separar los dos ambientes del todo. En el baby shawer del colegio tomé bastante bebida así que venía con unas ganas inmensas de mear, me levanté de la cama y le pasé un par de regalos que tenía en una de las bolsas para que los abriera y le dije que iba a mear, que no me aguantaba más. El baño estaba casi justo al medio de la pieza más cargado hacia el lado de la vecina, doy dos pasos  hacia mi objetivo urinario y quedo frente a la cama de la vecina. Hola le tuve que decir a ella, a la madre y a la hermana, que estaba sirviéndose  un vaso de agua mineral en la mesa móvil y lo botó al verme… Me puse colorado, nervioso y me sentí confuso, pude percibir claramente el asombro de las tres mujeres, la única que saludó fue la madre, la hija chica no dijo ni pío, la vecina de la habitación tampoco saludó, pero su cara se desfiguró.
Habíamos pololeado casi tres años   -también era su primer hijo-. Nos conocimos en la universidad y lo pasamos bien hasta que todo se pudrió debido a mi extrema y brutal  sinceridad, yo creía que en las relaciones de pareja no podían haber secretos y que el perdón existía  como existen las aves o como viven las mentiras entre nosotros. Pero ni perdón ni nada, me golpeo ese día tras la confesión, lo recuerdo clarito y con lujo de detalles. Estábamos hablando en las escaleras de las cachas del Alejo Barrios y yo le salgo con la confidencia. Me gritó mentiroso, bastardo, infame, que estaba inventando todo porque quería terminar con ella y no encontraba mejor excusa que inventar una historia….  me lanza la primera cachetada. Que no me podía creer, que era un poco hombre un  mentiroso….me pega otra más fuerte… Lloraba desesperada, fueron unas cuatro o cinco bofeteadas a pleno rostro, quede tres días con las mejillas rojas…se las traía la chiquilla. Anduve tras ella meses tratando de reconquistarla, pidiéndole  perdón, que el amor existe y que se puede perdonar…. claro, para mí era fácil, yo no tenía que perdonar nada, y  bueno, las cacheteadas estaban saldadas…  bien pegadas. Ella se metió con varios muchachos de la universidad a posterior  y se paseaba irónica por pasillos y bares de la mano, más cuando me veía pasar…. Entré en una oscura depresión.

Ese día y el posterior fueron extrañamente chistosos en la estadía de la clínica, tuve que saludar a muchos personajes familiares  y amigos de ella, que naturalmente conocí    - fueron casi tres años -. Me reconocían  y me saludaban extrañados, asumo que tenían que haber pensar algo así al verme en la clínica: “este loco que hace acá…”, “como es que se atreve a venir al parto de….si ya pasaron años”. Yo los saludaba a todos, orgulloso y canchero, con mi hija en brazos, paseándome de lado a lado en la habitación, haciéndole “cuchucuchu”, porque claro está, es cosa de buen gusto, mi hija es mucho más bella que la de ella… y se acabó.

miércoles, 8 de octubre de 2014



Un cigarro confunde
La niebla
Afuera
Frio…
Adentro...
una luz casual  
y…
“piensa en mí”
Ese aroma pesa
 pasa…afuera…
 Dentro…
“Piensa en mí cuando sufras”
Arriba…
ratones bailan.

“quitarte la vida”



Señales oportunidades lo mismo
 “lomismo”.
Todo caga todo  es abono.
Círculos
 Triángulos
 Cuadrados
No hay margen.
NoLos
 Mi nuevo nombre.
                                                                              Nuevos planes…                                                                         idénticas estrategias.
Pareciera que soy un inconsciente
Desde aquella caída de la larga escalera
Pareciera que la profecía se encarnó
Como aquella uña, la principal
No la más sucia
 ni la más contaminada
…la principal.
Pasemos a los planes
 a las estrategias
 para remediar lo del otro día
Sabemos de antemano no son nuevas
Por el contrario, parecidas.
 Sin embargo la canción no tendrá la misma melodía
Para eso pecamos de imaginería.
Y si bien todo caga, todo es abono
 Yo continúo dándome vueltas en lo mismo
Y aunque “lomismo” no es la enfermedad del lomo
Como lo sostenía el hermano de mi amigo
Lomismo siempre será lo mismo
 aunque usted me contradiga.


jueves, 2 de octubre de 2014


El pacto es de sangre
De tinto de paladar
Acá no caben las hadas ni la sangre azul
El pacto es real… con espadas
Con el galope ventricular
Tic tac tic tac tic tac

Afuera, se escuchan muchas risas
Y el soniquete de los motores de la noche
cantan igual que la semana pesada
…eso siempre será así y está bien
Pero el pacto es real
Como el aroma
 Como el temor del matadero

El juez...

El verdugo...

El cordero...

El pacto es real
Como tu periodo

Al rojo vivo.

El que pierde paga



El que pierde paga.

Dicen que hay que saber de geometría, los ángulos, segmentos, rectas, triángulos equiláteros e isósceles y cuanta cuestión más asociada a esta rectangular rama de las matemáticas. De que desarrolla la motricidad fina tampoco hay duda alguna. Se han escrito cosas   tales como que  permitió el descubrimiento de “las trayectorias parabólicas por ataque no horizontal”, por ejemplo, una cosa de locos… Pero este deporte de precisión no está bien evaluado por la población en general, por lo menos en estas latitudes de la vida, por el contrario, está asociado a personalidades desocupadas, carentes de responsabilidades y con mucho tiempo libre. Bueno, podría ser, ahora, ¿ hay algo de malo en tener tiempo “libre”?
! Envidiosos y esclavos moralistas: vamos a jugar pool ¡
A mí me enseñó a jugar un tío, un profesional bien evaluado, y nada que él tiene tanto tiempo libre ni ocho y cuartos, como para que se le tilde de algo…El tiempo libre, el ocio,  esos momentos  que permiten salir a matar moscas o comerse los mocos, por ejemplo, son una necesidad de primer orden, de lo contrario no estarías leyendo esto…. imagínate lo que diría un filosofo al respecto, aunque fuese el menor de todos.
 Villa Alemana, que es el lugar donde he existido siempre, es una ciudad dormitorio de gente que trabaja principalmente en lugares aledaños, menos en la misma ciudad, bueno por algo se le denomina ciudad dormitorio. Territorio situado en el valle del Aconcagua, donde las planicies están rodeadas de no tan altos cerros que nos observan a diario y dan cuenta de un paisaje familiar y sereno. La cuidad nunca presentó panoramas atractivos donde ocupar los tiempos libres, había una pista de patinaje que desapareció gracias al desarrollo, las canchas de futbol también sufrieron, gracias a los créditos hipotecarios, el teatro estuvo cerrado por años y los pubs brillaban por su decadencia. Así que había que buscárselas… el pool entraba como mierda en el wáter tras este acotado coctel de posibilidades. Así que nos hicimos asiduos al pool, digo nos hicimos porque fuimos varios, conocí a bastante gente ahí.
Había varios modalidades de jugarlo que dependían de la experticia de los  duelistas, la que practicábamos los más atrevidos  y aventajados,  era la Porteña, modalidad proveniente naturalmente de donde usted  imagina, en donde la capacidad de dirigir la bola blanca  era determinante a la hora de sacar ventajas en el juego ,y por otro lado,  contrarrestaba a lo que por ejemplo sucede en la variante Color, donde el azar o suerte (raja en muchos casos) puede ser determinante  hacia el triunfo o la derrota . La derrota implicaba pagar la mesa, el famoso Pierde Paga, claro, como en la vida, el que pierde….paga.

Así que continuaremos jugando a este atractivo y mal visto deporte, pero ahora sin mesa, sin bolas,  menos tacos ni tiza… Jugaremos a la compleja Porteña, en el trabajo, en la familia, en las plazas y las avenidas. A mover la blanca señores a dirigir su trayectoria, a dejar el azar de lado… Vivan las matemáticas y la geometría, que se muera el lenguaje y la poesía.

miércoles, 24 de septiembre de 2014


El presente pasado.

Al terminar de almorzar, ejercicio cotidiano que no demoraba más de tres minutos en ejecutar, se levantaba de su silla y se alejaba de la mesa lenta y cautelosamente, pasaba por el baño, no necesariamente para lavarse los dientes o hacer alguna necesidad fisiológica, pero siempre se lavaba las manos con jabón, bien lavadas. (Esto lo deduzco ya que siempre al estrechar las manos en el saludo  me dejaba un aroma grato a jabón). Posteriormente, hacía como que miraba la tv por un par de segundos, siempre de pie frente al   televisor,  y se acercaba  felinamente hacia la puerta que daba al patio, como ocultándose de cualquier observador, abría un cuarto de su capacidad  sin emitir sonido alguno y salía, lento, transparente, hacia lo que era su libertad. La puerta que daba a la calle siempre estaba sin seguro, afuera: el estero, la cancha de tierra, los amigos, la pandilla y la casa del Pillín. (Esa particular manera de salir hacia la calle lo contó  él,  una  de las veces  que jugamos al juego de la verdad, eso de hacer preguntas y no poder mentir. Yo le pregunte a qué le tenía miedo, el Jano era corpulento y fuerte, pensé que nos diría “a nada”, pero a mi sorpresa  respondió que le temía a que le dijeran que no, yo no entendí a la primera  así que le pedí que me lo explicara y puso ese ejemplo: “para salir a jugar con ustedes nunca pido permiso, jamás, existe la posibilidad de que me digan que no, entonces salgo a escondidas.”)
 Apenas salía del recinto - su hogar-  su musculatura y  su disposición  psíquico-corporal, sus facciones, ánimo y temple, cambiaban diametralmente en comparación a la forma que asumía a la hora de realizar cualquier actividad casera. Hacer el aseo a la casa o cocinar no era un   extraño ejercicio  para él –siempre nos contaba que sabía cocinar y barrer -  y a mí me extrañaba que  el  rudo Jano hiciera el aseo en su casa, incluso lo disfrutaba, decía, sobre todo si estaba solo, así podía subir el volumen de la radio, pero cuando estaba su madre o su abuela la cosa no era tan distendida. En la libertad de la calle las emociones  se exacerbaban  gracias a  su genuina sensibilidad, siempre disfrutó a concho las posibilidades que daba estar en la calle, no solo lo que se refiere a la libertad de movimiento o de opinión, si no a las características naturales del paisaje en sus diversas manifestaciones: la inmensidad del cielo azul o gris; las grandes y extrañas formas que asumen las nubes, el viento y sus vaivenes…los grandiosos cerros abrigadores, los árboles  -compañeros infatigables-,los aromas de las distintas estaciones o momentos del día…. la humedad, los  barriales, las  pozas ,la sequedad de la tierra… Todo era un todo hermoso para él, conocía y apreciaba todas esas diferencias que solo podía presenciar fuera de un recinto cerrado, de un techo agobiador, de un ambiente viciado con  aromas de cocina o de cera o  simplemente de las tensiones del día a día familiar. Cuando El Jano se ponía a hablar de lo que le gustaba del cielo, las estrellas y  las nubes, yo pensaba que estaba medio loco, además que para mirar el firmamento había que flectar cuello hacia  atrás y levantar el mentón y la vista, yo me mareaba y me dolía el cuello con dicho ejercicio, así que vista al frente no más, o al suelo.
Ese día, día curioso de mucho viento y enormes nubes blancas como algodón que se desplazaban ágilmente por las  diferentes rutas de la bóveda celeste, decidimos, junto  con el piño de amigos de siempre,  cruzar el estero que separaba la calle, – idea naturalmente del Pillín-  avanzar por la gran cancha de tierra que vestía la población y seguir por la calle adyacente hasta llegar al cerro. En el cerro habitaban esos grandes árboles que  se apreciaban desde las ventanas de nuestras casas, el gran bosque mezquino que no conocíamos, la intriga natural que la pandilla añoraba explorar desde antaño y que por órdenes irrestrictas de nuestros distintos padres no podíamos acceder. Solo el Pillín conocía esos lugares que para nosotros eran distantes… de impenetrable acceso. Él pudo haber tenido muchas libertades y regalías dada su particular soledad, naturalmente carecía de  órdenes, normas y estructuras. Bueno, en estricto rigor, yo después también desconocí toda estructura y norma, me desconocí hasta a mí mismo. A sus padres no los conoció nunca, vivía con su hermana que trabajaba todos los días, nunca supe en que… yo la vi muy pocas veces, no debió haber sido  más de tres, nunca  le dije palabra alguna,  me daba mucha vergüenza, era muy bonita, quedaba siempre silente  ante su belleza… hay veces que no es necesario hablar. Era raro que la hermana del Pillín fuese tan agraciada, el Pillín era  medio como yo, alejado de las armonías faciales y más cerca de la tosquedad: Moreno de nariz ancha….alguna vez pensé que podríamos ser familiares, nos parecíamos bastante.
La aventura de ese día en el bosque  fue magnífica, éramos cuatro muchachos absolutamente felices, libres de cualquier sentimiento de negatividad…éramos pura energía felina, unos aventureros naturales libres de prejuicios y de cualquier diferencia existente, éramos amigos ejemplares…unas aves, unos monos que subían y bajaban por los arboles, éramos  el otoño y la primavera del bosque… éramos la lluvia y el caluroso sol.
 Quizás fuese el Pillín el líder natural del grupo, no sé si  tanto por su avasalladora personalidad, (ya que todos teníamos lo nuestro, sobre todo el Jano)  o por sus ideas más alocadas y  traviesas que siempre validamos por cierto, o porque vivía estratégicamente al medio de nuestros hogares, separados a una cuadra de distancia justo en la esquina equidistante a nosotros. Pero la particularidad absoluta y  el motivo del liderazgo que ejercía el Pillín tenía más que ver con características externas a él que con su peculiar forma de ser. Era que estaba siempre solo en su casa y eso le daba un estatus inmediato, el sueño  que todos los demás añorábamos, ese aire independiente, para nosotros mocosos de entre once a doce años no era algo menor. Su casa nunca nos aproblemó en absoluto, al contrario, la disfrutábamos y la  queríamos como  nuestra. Era la más modesta de todas, modestia  de una pobreza que ahora miraríamos con cierta lastima y distancia, por lo menos algunos. Una media agua con dos habitaciones pequeñas, piso de madera y en algunos tramos cemento o simplemente tierra, una cocina pequeña que siempre tenía las tazas del té sucias  con las bolsas de té ocupadas varias veces, amarillentas, pero que servían para tres días -decía siempre el Pillín - y era verdad… servían para tres días de uso. Pero éramos libres y felices ahí dentro, el olor a pobreza nunca molesto nuestras fosas nasales. El patio,  un sitio amplio  de varios metros cuadrados, los suficientes  como para improvisar una cancha de futbol (era ideal para jugar a  un “tres contra tres”)   se transformaba en el lugar perfecto para pasar horas chuteando la pelota. Además, en el patio había un antiguo pozo de agua que se ocupaba para todas las  necesidades de la  casa, no tenían agua potable. Los   bordes de ladrillo y las  piedras clásicas del pozo eran acompañados de  un sistema  arcaico de extracción, una polea fija y un balde de plástico amarrado por una soga que daba la impresión que en cualquier momento cedía. La fuerza de brazos  era primordial para la extracción del vital elemento y eso se notaba en El Pillín, especialmente  cuando jugábamos a las luchas en  el improvisado rin de arena que también decoraba el patio, solo el Jano podía contra él,  éste nos ganaba a todos.
Elmo era el capo de las bolitas y el trompo, era un máster de la precisión y  la estrategia,  siempre pensé que si hubiese sido cowboy del oeste hubiera sido el más temido de su época, donde ponía el ojo ponía la bola, o el trompo. Jugábamos por lo general en las afueras de su casa ya que nos abrigaba en sombras un enorme sauce llorón que brotaba a despensas del estero (más encima hacia de local el muy cabrón). Tenía por lo menos quinientas bolitas que las guardaba celosamente en dos cofres de madera que le había regalado su bisabuelo, siempre llegaba con esa joya de antigüedad a las partidas y sabíamos que siempre tenía espacio en la reliquia para llevarse las nuestras –jugábamos al de “verdi”, pierde paga - . No estuve tan perdido visualizando al Elmo con pistolas y uniformes de vaquero, años después supe que había entrado a la marina, bien por él, siempre fue metódico y bien normado, caminaba bien erguido y era atlético; si bien no era el que sobresalía en las pichangas de fútbol como el Jano o el Pillín ni menos como yo, era el que siempre corría más rápido, nunca se cansaba. Trepaba los árboles con naturalidad y osadía y era el único que podía saltar el estero de un solo impulso…el gran Elmo…murió enfermo de un cáncer a los huesos, súper joven, no había cumplido los 30 años  y  estuvo postrado bastante tiempo antes de cambiar  de vida. Lo supe gracias a un cura que conocí tiempo después, en una conversación… un día de invierno.
A mí me decían el Mariposa, no recuerdo bien porqué… Vivía en la esquina de la misma calle que el Jano y El Pillín, el Elmo vivía en la esquina perpendicular, la que daba hacia el cerro y el bosque. El Pillín siempre decía que la ubicación de nuestras casas formaba  una gran “T”, por lo demás era cierto, una T de triunfo, decía…que éramos el mejor grupo de amigos… que nunca nos íbamos a separar… que cada uno triunfaría cuando fuésemos grandes…. y que inscribiríamos a nuestros hijos en el mismo equipo de fútbol… el Defensor. El Jano se emocionaba siempre cuando el Pillín se ponía a hablar sobre la “T” de triunfo. Realmente lo creían, no sé bien lo que pensaría Elmo al respecto, ya que nunca se pronunció, solo reía distante y nervioso cuando el tema salía al tapete, quizás sospechaba que nunca tendría hijos y que partiría temprano… Yo sabía que eso que hablaban El Pillín y el Jano sobre el futuro perfecto e idílico eran puras ilusiones de niños, si bien eran mis amigos y los quería como tal, algo en mi decía que pasarían cosas… que habrían distancias y días distintos. Este tipo de proyección fantasiosa solo podía generarse en la mente de un chiquillo como el Pillín, un paria que no asumía su realidad compleja y triste, una realidad de abandono y extrema pobreza, ahora entiendo bastantes cosas…
Fueron tres a cuatro años magníficos de complicidad y sincera amistad, de pensamientos blancos y risas abundantes. ¡Como echo de menos ese bosque, ese aire puro y el sonido de las hojas al patearlas!... acá lo único que se patea son los remordimientos y las culpas. ¿Por qué las cosas tuvieron que cambiar, porque tenemos la maldita capacidad humana de volvernos unas bestias?... Me hubiese quedado toda la puta vida de doce años, feliz, congelado. Conservo con orgullo e inmensa alegría aquella cicatriz, la “T” de triunfo que nos marcamos en el “pacto de amistad”, el mismo día que jugamos al juego de la verdad. Aún se me ve  la cicatriz en mi brazo izquierdo, aunque los tatuajes y otros cortes la camuflan bastante. ¿Se habrán tatuado alguna vez El Pillín o el Jano, tendrán otras cicatrices?
 Han pasado 23 años desde que me fui de la población donde crecí y perdí de vista para siempre a mis tres grandes amigos, perdí bastantes cosas. No le echo la culpa a las nuevas amistades  que tuve ni tampoco a mi mamá que se puso a beber más de la cuenta, menos a las drogas ni a los trabajos de fácil andanza,  cada uno elige su destino y  forja su presente, su miseria actual. ¿Pero cómo es posible que un niño deje de serlo y la adultez pase a ser su cruz? Imborrable  aquel día de bosque…las risas…la transpiración. Sin embargo fue El Pillín quien invitó y motivó la excursión, por contraste fueron los adultos, nuestros padres quienes no nos dejaban ir…por suerte los ignoramos.
  Acá, las cosas son de color gris, siempre es invierno, no existen los amigos desinteresados… no se escuchan  ni en sueños alguna verborrea inocente, menos  las historias blancas que contaban  mis  amigos de la infancia (El Pillín tenía algo de mitómano, inventaba cada historia…yo solo me reía, suspicaz)
 Es el cura el que me trae libros de vez en  cuando, es en el único  en quien confío acá, el mismo que en una conversación me habló del Elmo… conoció a sus padres. Me contó también que el Jano era profesor; al Pillín no lo conoció nunca. Gracias a él me  sumerjo en la lectura al igual que me sumergía en los juegos de antaño - es mi nueva droga -, y cuando me sumerjo en las diversas lecturas olvido por momentos esta cárcel que me abriga y castiga. Acá  estamos solos contra todos, ni las alianzas ni pactos se respetan, “sálvate solo” me dijo el Negro Perro, el primer día que llegué… que gran bienvenida.
 Bueno, me las gané no más, sabía que podía terminar así, en cana, lo que no sabía eran los tremendos vaivenes que da la vida…el cura me dice que tenga fe, que Dios ya me perdonó por mis delitos y por haberle quitado la vida a ese caballero… lo asalté… otro día de invierno.

 De lo   único que estoy seguro a estas alturas de mi vida, después de haber tenido una humilde niñez pero inmensamente feliz, después de haber visto a mi madre arruinada por el alcohol, después de haber entrado en las drogas y haber llegado a matar a un ser humano…después de todo eso, es que si el cura, quien me visita periódicamente, no tiene razón con lo que me cuenta y lee, nada tiene sentido en esta pasada por la vida, nada. Eso me tiene con un miedo insondable.

sábado, 20 de septiembre de 2014



En el momento de la incertidumbre
En el preciso equilibrio de la evaporación
En el momento justo cuando se ciegan los dientes
Ahí me encontraras
Ahí
Sentado  y en paz
Con la mirada del hermoso perdedor
Justo detrás de las celebraciones
Solo

Y sin disfraz.

miércoles, 17 de septiembre de 2014



Un metro de juez.


Estación del metro tren Sargento Aldea, que es la tercera estación desde Limache hacia el Puerto. Todo lleno. Me voy parado. Es la mañana de un día como ayer. 09:45 am. En mis fonos, Sandinista de los Clash y la lectura del libro de meses sobre mis ojos. No es fácil leer parado, pero Miller me mantiene atrapado. A mi lado dos mujeres cariñosas asumen libre su opción, no me sorprenden. Otro lector, también de pie, mira suspicaz, como esperando un beso entre las féminas. Pienso que es un estúpido. Las amigas  conversan en su mundo. Un vagón de tren es un mundo. Dejo a Henry por unos segundos y observo a la gente. Cada cara es un mundo, cada surco en la piel y cada maquillaje me dice algo. Muchos en sus celulares, muchos con audífonos. Los audífonos son un mundo. Ahora estación Belloto. No cabe más gente en el carruaje metálico, somos sardinas. Percibo un perfume de  mujer, se mezcla con desodorantes y olores a shampoo, la conjunción aromática no es favorable. El ambiente denota un cierto stress. Estación El Sol. Queda gente fuera. Escucho unas voces fuertes. Insultos. Dejo la lectura y a los músicos ingleses. Mi espíritu es vouyer. En la mitad del vagón un señor exaltado encara en insultos a un joven. “Pasai todo el día sentado, weon flojo”, otro caballero, que no se muestra como tal, se suma a la embestida verbal, “da el asiento poh desatinado”. Trato de dar con la cara del causal de tanta palabrería. Esta rojo. No se defiende. Uno de los jueces saca su celular y comienza a grabar al joven, que se mantiene inerte en su puesto, “esta es la juventud de hoy”, dice con la cámara apuntando al condenado, “el bruto no es capaz de darle el asiento a sus mayores”, continúa la ofensiva. Estación El Salto. Muchos miran. Muchos miramos expectantes. “Déjate de grabar, acaso eres de la CNI”, se escucha una defensa. “Hay formas y formas de pedir las cosas”, otra defensa a lo lejos. Opiniones divergentes. El joven sigue sentado. Las miradas son punzantes. El joven tiene la vista irritada, casi lagrimeada y mira a sus jueces con ira inminente. “ni se inmuta el muy care raja”, otra envestida. Estación Viña del Mar. Baja un poco de gente. Entra aire fresco. Estación Miramar. Se levanta el acusado. Las miradas lo envuelven. En silencio y cojeando sale del vagón. Nadie dice nada.

viernes, 12 de septiembre de 2014


Cuando un adolescente sale a caminar solo
Por las vías del tren
Y sus pasos son otros durmientes
Y su mirada choca con las piedras frías del suelo
Otro adolescente adolece  soledad en alguna parte

Cuando un niño espera la llegada de su padre
Y suena el timbre tres veces
Y es un vendedor ambulante de tristezas u otros asuntos
Otro niño ríe a carcajadas
Jugando a los caballitos sobre los hombros del hombre su padre

Cuando las cosas son duales y los colores tornan extremadamente disimiles
Cuando en la vida hay solo dos posibilidades
Independiente de las consecuencias
Independiente de la moral
Independiente…
Habrá que tomar una decisión
Habrá que desnudarse
 Mirar hacia dentro y destruir el ego
Habrá que no confundir…
Habrá que levantarse vigoroso y preparar el mejor  desayuno
Correr la ventana
 Escuchar el cantar de los pájaros
 Y mirar solo un ave emprender su vuelo
Habrá que inspirar hondo y profundo el aroma matinal
Dispuesto, seguro, erguido…desafiante.

Pero no me digan ni me insinúen un error
No.

    No.