Un metro de juez.
Estación del metro tren Sargento Aldea, que es la tercera
estación desde Limache hacia el Puerto. Todo lleno. Me voy parado. Es la mañana
de un día como ayer. 09:45 am. En mis fonos, Sandinista de los Clash y la
lectura del libro de meses sobre mis ojos. No es fácil leer parado, pero Miller
me mantiene atrapado. A mi lado dos mujeres cariñosas asumen libre su opción,
no me sorprenden. Otro lector, también de pie, mira suspicaz, como esperando un
beso entre las féminas. Pienso que es un estúpido. Las amigas conversan en su mundo. Un vagón de tren es un
mundo. Dejo a Henry por unos segundos y observo a la gente. Cada cara es un
mundo, cada surco en la piel y cada maquillaje me dice algo. Muchos en sus
celulares, muchos con audífonos. Los audífonos son un mundo. Ahora estación Belloto.
No cabe más gente en el carruaje metálico, somos sardinas. Percibo un perfume
de mujer, se mezcla con desodorantes y
olores a shampoo, la conjunción aromática no es favorable. El ambiente denota
un cierto stress. Estación El Sol. Queda gente fuera. Escucho unas voces
fuertes. Insultos. Dejo la lectura y a los músicos ingleses. Mi espíritu es vouyer.
En la mitad del vagón un señor exaltado encara en insultos a un joven. “Pasai
todo el día sentado, weon flojo”, otro caballero, que no se muestra como tal,
se suma a la embestida verbal, “da el asiento poh desatinado”. Trato de dar con
la cara del causal de tanta palabrería. Esta rojo. No se defiende. Uno de los
jueces saca su celular y comienza a grabar al joven, que se mantiene inerte en
su puesto, “esta es la juventud de hoy”, dice con la cámara apuntando al
condenado, “el bruto no es capaz de darle el asiento a sus mayores”, continúa
la ofensiva. Estación El Salto. Muchos miran. Muchos miramos expectantes. “Déjate
de grabar, acaso eres de la CNI”, se escucha una defensa. “Hay formas y formas
de pedir las cosas”, otra defensa a lo lejos. Opiniones divergentes. El joven
sigue sentado. Las miradas son punzantes. El joven tiene la vista irritada,
casi lagrimeada y mira a sus jueces con ira inminente. “ni se inmuta el muy care
raja”, otra envestida. Estación Viña del Mar. Baja un poco de gente. Entra aire
fresco. Estación Miramar. Se levanta el acusado. Las miradas lo envuelven. En
silencio y cojeando sale del vagón. Nadie dice nada.
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