miércoles, 28 de enero de 2015

Un ranazo de la vida




Los hermanos sapitos vivían cerca de mi casa por aquellos años, al otro lado de estero. Con el menor, “el sapito chico”, jugábamos a la pelota, al trompo a las luchas libres y a todos los juegos que los cabros de once años podían conocer. Por lo general los juegos  los desarrollábamos  en el estero cercano a mi casa o en la media agua de un amigo en común, otro extinto. El sapito era extraordinario para la pelota y para los combos. Nunca tuvimos  problemas. Las risas acompañaban las tardes de  tierra…y  el sudor en la frente.
El “sapo grande” era mejor que su hermano con la de cuero, dos o tres años mayor. Me miraba siempre feo, yo le temía. Una vez me pego senda pata en la raja cuando me vio  encaramado en un muro sacando ciruelas verdes, me pego de puro choro,  de mala onda, argumentando entre risas burlescas que eso no se hacia.
Estamos hablando de Villa Alemana en el año 1990 aproximadamente, la misma Villa Alemana donde la virgen asomaba de vez en cuando por los cielos.  La misma Villa Alemana gobernada por la derecha de hoy. Estamos parafraseando sobre  los hermanos sapitos, una familia de extrema pobreza que a nadie le importó jamás, que nunca salió en la prensa, que nadie reclamó por sus derechos  ni denunció sus carencias. Sabemos, todos los que conocemos a estos sapos,  que se empezaron a extinguir lento, de apoco: en la cana, en el copete más barato, en la pasta base, en la esquizofrenia, en la vida moderna de la indiferencia humana.
Cuando paso por el centro de la cuidad, siempre veo al sapito chico lavando autos, me mira y saluda con respeto (me recuerda claramente), pero necesita mi moneda, ya no requiere de juegos ni de risas…la pasta y el copete le consumen el dinero de  su trabajo, y   a diario. El sapo grande, camina en todas direcciones, solo. No habla con nadie. Siempre mirada al suelo. La esquizofrenia parece ser el sedante de quien sabe cuántos traumas y horrores. Estuvo en cana un par de años.
La controversia, hace un par de días en la cuidad, tiene que ver con unos parientes de  los sapitos: unas ranitas. También únicas en su especie, también en extinción, pero naturalmente más importantes  que mis queridos sapitos. Estas ranitas pusieron en jaque al alcalde de la cuidad debido a irónicos y desubicados comentarios de   este respecto al cuidado  e importancia de los animalitos en cuestión. El contexto radica en que los esteros estaban siendo  despejados y limpiados por maquinas municipales, lo que puso en evidente peligro a estas ranitas que ciertamente están en riego a desaparecer.  La noticia apareció en la prensa nacional y mi cuidad pareció por momentos una comuna santiaguina, popular. Gran cobertura e interesante tema de discusión para los ambientalistas, para los vecinos que de un día para otro se ocuparon por los animalitos de los esteros, tema de mayor interés para los detractores políticos del municipio, tema de ocurrencia para un seudo escritor unederground .
 ¡Un segundo de fama para mí cuidad! Un evidente ranazo de la vida… ¡Fantástico, ingente!

¡Vivan las Ranitas, que mueran los Sapitos!

1 comentario:

  1. ¡Que vivan los Sapitos y también las ranitas!...en ese orden...en esa prioridad..excelente primo!

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