Los hermanos sapitos vivían cerca de mi casa por aquellos
años, al otro lado de estero. Con el menor, “el sapito chico”, jugábamos a la
pelota, al trompo a las luchas libres y a todos los juegos que los cabros de
once años podían conocer. Por lo general los juegos los desarrollábamos en el estero cercano a mi casa o en la media
agua de un amigo en común, otro extinto. El sapito era extraordinario para la
pelota y para los combos. Nunca tuvimos
problemas. Las risas acompañaban las tardes de tierra…y
el sudor en la frente.
El “sapo grande” era mejor que su hermano con la de cuero,
dos o tres años mayor. Me miraba siempre feo, yo le temía. Una vez me pego
senda pata en la raja cuando me vio
encaramado en un muro sacando ciruelas verdes, me pego de puro
choro, de mala onda, argumentando entre
risas burlescas que eso no se hacia.
Estamos hablando de Villa Alemana en el año 1990
aproximadamente, la misma Villa Alemana donde la virgen asomaba de vez en
cuando por los cielos. La misma Villa Alemana
gobernada por la derecha de hoy. Estamos parafraseando sobre los hermanos sapitos, una familia de extrema
pobreza que a nadie le importó jamás, que nunca salió en la prensa, que nadie
reclamó por sus derechos ni denunció sus
carencias. Sabemos, todos los que conocemos a estos sapos, que se empezaron a extinguir lento, de apoco:
en la cana, en el copete más barato, en la pasta base, en la esquizofrenia, en
la vida moderna de la indiferencia humana.
Cuando paso por el centro de la cuidad, siempre veo al sapito
chico lavando autos, me mira y saluda con respeto (me recuerda claramente), pero
necesita mi moneda, ya no requiere de juegos ni de risas…la pasta y el copete
le consumen el dinero de su trabajo, y a diario. El sapo grande, camina en todas
direcciones, solo. No habla con nadie. Siempre mirada al suelo. La
esquizofrenia parece ser el sedante de quien sabe cuántos traumas y horrores.
Estuvo en cana un par de años.
La controversia, hace un par de días en la cuidad, tiene que ver
con unos parientes de los sapitos: unas
ranitas. También únicas en su especie, también en extinción, pero naturalmente
más importantes que mis queridos sapitos.
Estas ranitas pusieron en jaque al alcalde de la cuidad debido a irónicos y
desubicados comentarios de este respecto al cuidado e importancia
de los animalitos en cuestión. El contexto radica en que los esteros estaban siendo despejados y limpiados por maquinas
municipales, lo que puso en evidente peligro a estas ranitas que ciertamente
están en riego a desaparecer. La noticia
apareció en la prensa nacional y mi cuidad pareció por momentos una comuna santiaguina,
popular. Gran cobertura e interesante tema de discusión para los
ambientalistas, para los vecinos que de un día para otro se ocuparon por los
animalitos de los esteros, tema de mayor interés para los detractores políticos
del municipio, tema de ocurrencia para un seudo escritor unederground .
¡Un segundo de fama
para mí cuidad! Un evidente ranazo de la vida… ¡Fantástico, ingente!
¡Vivan las Ranitas, que mueran los Sapitos!
¡Que vivan los Sapitos y también las ranitas!...en ese orden...en esa prioridad..excelente primo!
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