martes, 12 de agosto de 2014



Zapatilla conver.

Me dieron solo una hora para hacer este escrito y mostrarlo en la agencia. Nada de tema, nada de ocurrencias, una hora para demostrar que sí era capaz de escribir, no sé si bien o mal, pero capaz. Necesitaba el trabajo, había renunciado a la docencia hace meses y ya no tenía un puto peso. Si quieres ser escritor, me dijo el libro aquel que leí hace unos años, tienes que serlo, solo escribe, no hay dos oficios acá, están tus limitadas ideas, el teclado, esa pantalla sucia y se acabó, ha escribir.
 Me fui directo a la plaza que se ubicaba a dos cuadras del lugar donde tenía que entregar el “desafío”, me senté cómodo y prendí el computador y un cigarro. La batería del aparato acompañaba a la perfección  al ejercicio ya que solo le quedaban 50 minutos, así que manos a la obra, a presión trabajamos mejor, o por lo menos eso dicen algunos, y si algunos lo piensan de esa manera, lo más probable que así  no sea. Estoy perdido… además me quedan solo dos  puchos más.
Recordé algunas anécdotas de juventud y comencé por ahí, esos recitales llenos de gente, cada uno tratando de buscar el desenfreno a como dé lugar, la música tan alta que apenas podías conversar contigo mismo y difícilmente con los demás personajes. La gente, aquellos amigos desconocidos, estaban ahí solo para adornan el paisaje… nada serio, nada sustancioso. No fue lo mejor  la juventud pero fue. No costaba mucho sorprender a los pares para jerarquizar las relaciones, bastaba la seguridad en el discurso, manejar algunos códigos y por supuesto saber de  que la banda “x” grabó el año tanto y que los “y” no eran de Londres si no de San francisco. Bueno… todo eso lo manejaba al revés y al  derecho  y con estilo…había que manejar algo a esas alturas de la vida… lo del estilo, un vil recurso literario.
Ese día fui con un  amigo, el de costumbre por aquellos pasares, al recital de la banda de rock punk, “los mejores charchas” creo se llamaban. Él vestía radiante su abultada ponchera con una polera de Mano Negra que  había robado de una tienda seudo undergraund unos días atrás, eso le daba realce a su  look de intelectual póser: barbudo, polera de banda rockera, lentes con marco grueso y unos potos de botella dignos de Giovanni Papini en el peor momento de su vida ocular, y la shirt robada, claro, se creía macanudo. Bebimos como de costumbre antes de llegar al evento. Ese día hacia bastante frio, creo que era invierno y las calles estaban húmedas de una lluvia cercana, así que las chaquetas de cuero eran necesarias no solo para acrecentar la seguridad de los parroquianos asistentes si no también ayudaban a menguar el punzante frio nocturno. Llegamos al lugar. Hicimos cola de dos minutos no más ( la banda no eran nah los Clash po guasho ). Entramos. La memoria juega equívoca.
Siempre te encontrabas con personajes que no veías a menudo… o muy borrachos o muy drogados, siempre lo mismo. Creo que nos veíamos todos de la misma forma. A los minutos nos vimos conversando amistosa y calurosamente con unas chiquillas que se asomaban aventureras… que estudiaban artes, que les gustaba el rokanroll, que si teníamos papelillos, que de donde éramos, que cuanto te costó la polera, que compremos mas chelas a medias, que me gustan  tus patillas…Eran tres, guapas todas, una era la que sobresalía por sobre las otras dos. Digo guapas todas pero lo más probable es que haya sido solo la morena la verdaderamente guapa, las otras dos quizás simpáticas, pero guapas no creo. Por esos días practicábamos, mi amigo y yo, la constante derrota ante el género opuesto, no nos pescaban ni las putas cesantes. Eso duró bastante tiempo, creo que uno transmite la negatividad cuando anda sumido en esos estados de antipatía y amargura, por lo demás las mujeres son más perceptivas que nosotros, dicen ellas.
La cosa es que empezó la música en vivo, la tocata en sí, y cuando busqué a la  morena guapa no encontré a nadie, la gente se había desplazado hacia donde estábamos nosotros (cerca del escenario) y se apagaron las luces quedando absolutamente solo en el lugar. Bebí lo último que me quedaba del vaso de plástico y encendí otro cigarrillo. La sensación fue similar a muchas anteriores, estaba solo rodeado de gente que se suponía eran pares, gente con inclinaciones y costumbres similares a mí. Rara la sensación lo recuerdo como si hubiese sido ayer… han pasado más de quince años y me desconozco totalmente. Miraba atento las caras y caretas de los que me rodeaban,  la pareja del fondo se ocultaba en la poca luz del lugar, él le paso su mano por la espalda y bajo hasta sus nalgas…Me vi nuevamente solo, recordé que hacía mucho tiempo que no besaba a una mujer y menos sentir el cuerpo fémino de una chiquilla. Fui en busca de otra cerveza y continué en mi mundo personal con cierto toque melancólico.
La música ya se sentía buena, con onda, la cerveza en el punto exacto en que mueren los intrínsecos y nacen los cancheros. Comenzó el baile, nos movíamos con desenfreno y agilidad. En lo personal me gustaba ese gasto energético del baile mosh/slam, se sudaba rabia y se cantaba siempre en el tono correcto. La gente se abalanzaba de un lado para el otro, muchos recurrían al movimiento direccional en círculos… se generaba una especie de centrifuga humana. Mi amigo me descubre con su mirada saltando a unos diez metros de distancia, me hace un gesto como diciendo “esto está bien hermano”. De pronto, siempre en el movimiento esquizofrénico, amagando a los mas eléctricos, siento que me pisan el talón y mi zapatilla izquierda se desprende de mi píe. El calzado salió como si tuviese vida propia y la perdí de la vista inmediatamente. Y, entre evitando que me pisaran el pie desprovisto y entre buscando desesperado con la vista la zapatilla perdida logro visualizarla por dos segundos al otro lado de la sala, por el aire. Me muevo rápido hacia ese sector y nada, ni rastros de la perdida. Me quede parado en un rincón tratando de calmarme y mirando cada sector de los pies que se movían aun con la canción. El tema de la banda en vivo para, se termina, y los pies de la gente también pausan, era el momento indicado, pero el baterista inmediatamente golpea sus baquetas en señal de que comienza el rock nuevamente y la gente con más ganas y en mayor cantidad comienza a empujarse y a danzar al ritmo de unos desenfrenados riff de guitarras eléctricas –parece que el tema que suena es el hits, todos bailaban a gusto o disgusto, dependiendo de cómo se mire -. La cosa es que me urgí de manera brutal, ya me visualizaba llegando con una chala menos a la casa, con todo el pie húmedo, el resfriado y cuanta desgracia más. Sumemos a eso lo que cuestan los pares de tillas…mal.
Me quedo parado al margen del movimiento humano mirando en todas las direcciones haber si aparece la desgracia por algún lugar del recinto. La imagen solo muestra colillas de cigarros, vasos plásticos, líquidos alcohólicos que humedecen el piso y una senda cantidad de bototos, zapatos y zapatillas en movimiento. Siento una mano que me toma por el hombro, de inmediato pienso en mi amigo, hace rato que lo había perdido de vista, me giro y es la morena, la chica realmente  guapa del grupo de estudiantes de artes que habíamos conocido hace ya media hora atrás, calculo.  Mi suerte es la mierda misma, se me acerca coquetonamente la desgraciada en el momento en que yo solo quiero mi zapatilla perdida…me dice que vallamos por una cerveza esbozando otra sonrisa insinuante…no sé qué decirle… apenas puedo avanzar con tanto ser humano saltando y empujando…la situación no me acompañaba. Estamos en eso, ella me reitera que fuéramos hacia la barra en busca de brebajes,  cuando giro la vista hacia el tumulto y ahí está, en el suelo, mi zapatilla. No pienso en nada y me abalanzo sobre ella. Fue un piquero grandioso, un tremendo rechazo a lo Michael Jordan pero hacia el suelo, hacia mi zapatilla. La tomo con mis dos manos riendo a carcajadas, feliz, ahora sí podría irme con la chica a alguna andanza. Me agacho en cuclillas para ajustármela en mí, a esas alturas al frio pie izquierdo, y me incorporo altivo, locuaz. Ella no estaba, se había ido… la vi un rato después con otros rockeros bebiendo y riendo.

Ni siquiera me despedí de mi amigo, le conté la anécdota al otro día por fono, no me sentí derrotado por la pérdida de la dama, siempre número dos en tu lista, al contrario camine recto y seguro hacia mi hogar…nuevamente podía avanzar a paso seguro y pisando fuerte.

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