Zapatilla conver.
Me dieron solo una hora para hacer este escrito y mostrarlo
en la agencia. Nada de tema, nada de ocurrencias, una hora para demostrar que
sí era capaz de escribir, no sé si bien o mal, pero capaz. Necesitaba el
trabajo, había renunciado a la docencia hace meses y ya no tenía un puto peso.
Si quieres ser escritor, me dijo el libro aquel que leí hace unos años, tienes
que serlo, solo escribe, no hay dos oficios acá, están tus limitadas ideas, el
teclado, esa pantalla sucia y se acabó, ha escribir.
Me fui directo a la
plaza que se ubicaba a dos cuadras del lugar donde tenía que entregar el
“desafío”, me senté cómodo y prendí el computador y un cigarro. La batería del
aparato acompañaba a la perfección al
ejercicio ya que solo le quedaban 50 minutos, así que manos a la obra, a
presión trabajamos mejor, o por lo menos eso dicen algunos, y si algunos lo
piensan de esa manera, lo más probable que así
no sea. Estoy perdido… además me quedan solo dos puchos más.
Recordé algunas anécdotas de juventud y comencé por ahí, esos
recitales llenos de gente, cada uno tratando de buscar el desenfreno a como dé
lugar, la música tan alta que apenas podías conversar contigo mismo y
difícilmente con los demás personajes. La gente, aquellos amigos desconocidos, estaban
ahí solo para adornan el paisaje… nada serio, nada sustancioso. No fue lo mejor
la juventud pero fue. No costaba mucho
sorprender a los pares para jerarquizar las relaciones, bastaba la seguridad en
el discurso, manejar algunos códigos y por supuesto saber de que la banda “x” grabó el año tanto y que los
“y” no eran de Londres si no de San francisco. Bueno… todo eso lo manejaba al revés
y al derecho y con estilo…había que manejar algo a esas
alturas de la vida… lo del estilo, un vil recurso literario.
Ese día fui con un
amigo, el de costumbre por aquellos pasares, al recital de la banda de
rock punk, “los mejores charchas” creo se llamaban. Él vestía radiante su
abultada ponchera con una polera de Mano Negra que había robado de una tienda seudo undergraund
unos días atrás, eso le daba realce a su
look de intelectual póser: barbudo, polera de banda rockera, lentes con
marco grueso y unos potos de botella dignos de Giovanni Papini en el peor
momento de su vida ocular, y la shirt robada, claro, se creía macanudo. Bebimos
como de costumbre antes de llegar al evento. Ese día hacia bastante frio, creo
que era invierno y las calles estaban húmedas de una lluvia cercana, así que
las chaquetas de cuero eran necesarias no solo para acrecentar la seguridad de
los parroquianos asistentes si no también ayudaban a menguar el punzante frio
nocturno. Llegamos al lugar. Hicimos cola de dos minutos no más ( la banda no
eran nah los Clash po guasho ). Entramos. La memoria juega equívoca.
Siempre te encontrabas con personajes que no veías a menudo…
o muy borrachos o muy drogados, siempre lo mismo. Creo que nos veíamos todos de
la misma forma. A los minutos nos vimos conversando amistosa y calurosamente
con unas chiquillas que se asomaban aventureras… que estudiaban artes, que les
gustaba el rokanroll, que si teníamos papelillos, que de donde éramos, que
cuanto te costó la polera, que compremos mas chelas a medias, que me gustan tus patillas…Eran tres, guapas todas, una era
la que sobresalía por sobre las otras dos. Digo guapas todas pero lo más
probable es que haya sido solo la morena la verdaderamente guapa, las otras dos
quizás simpáticas, pero guapas no creo. Por esos días practicábamos, mi amigo y
yo, la constante derrota ante el género opuesto, no nos pescaban ni las putas
cesantes. Eso duró bastante tiempo, creo que uno transmite la negatividad
cuando anda sumido en esos estados de antipatía y amargura, por lo demás las
mujeres son más perceptivas que nosotros, dicen ellas.
La cosa es que empezó la música en vivo, la tocata en sí, y
cuando busqué a la morena guapa no
encontré a nadie, la gente se había desplazado hacia donde estábamos nosotros
(cerca del escenario) y se apagaron las luces quedando absolutamente solo en el
lugar. Bebí lo último que me quedaba del vaso de plástico y encendí otro
cigarrillo. La sensación fue similar a muchas anteriores, estaba solo rodeado
de gente que se suponía eran pares, gente con inclinaciones y costumbres similares
a mí. Rara la sensación lo recuerdo como si hubiese sido ayer… han pasado más
de quince años y me desconozco totalmente. Miraba atento las caras y caretas de
los que me rodeaban, la pareja del fondo
se ocultaba en la poca luz del lugar, él le paso su mano por la espalda y bajo
hasta sus nalgas…Me vi nuevamente solo, recordé que hacía mucho tiempo que no
besaba a una mujer y menos sentir el cuerpo fémino de una chiquilla. Fui en
busca de otra cerveza y continué en mi mundo personal con cierto toque melancólico.
La música ya se sentía buena, con onda, la cerveza en el
punto exacto en que mueren los intrínsecos y nacen los cancheros. Comenzó el
baile, nos movíamos con desenfreno y agilidad. En lo personal me gustaba ese
gasto energético del baile mosh/slam, se sudaba rabia y se cantaba siempre en
el tono correcto. La gente se abalanzaba de un lado para el otro, muchos
recurrían al movimiento direccional en círculos… se generaba una especie de
centrifuga humana. Mi amigo me descubre con su mirada saltando a unos diez
metros de distancia, me hace un gesto como diciendo “esto está bien hermano”.
De pronto, siempre en el movimiento esquizofrénico, amagando a los mas
eléctricos, siento que me pisan el talón y mi zapatilla izquierda se desprende
de mi píe. El calzado salió como si tuviese vida propia y la perdí de la vista
inmediatamente. Y, entre evitando que me pisaran el pie desprovisto y entre
buscando desesperado con la vista la zapatilla perdida logro visualizarla por
dos segundos al otro lado de la sala, por el aire. Me muevo rápido hacia ese
sector y nada, ni rastros de la perdida. Me quede parado en un rincón tratando
de calmarme y mirando cada sector de los pies que se movían aun con la canción.
El tema de la banda en vivo para, se termina, y los pies de la gente también
pausan, era el momento indicado, pero el baterista inmediatamente golpea sus
baquetas en señal de que comienza el rock nuevamente y la gente con más ganas y
en mayor cantidad comienza a empujarse y a danzar al ritmo de unos desenfrenados
riff de guitarras eléctricas –parece que el tema que suena es el hits, todos
bailaban a gusto o disgusto, dependiendo de cómo se mire -. La cosa es que me
urgí de manera brutal, ya me visualizaba llegando con una chala menos a la
casa, con todo el pie húmedo, el resfriado y cuanta desgracia más. Sumemos a
eso lo que cuestan los pares de tillas…mal.
Me quedo parado al margen del movimiento humano mirando en
todas las direcciones haber si aparece la desgracia por algún lugar del
recinto. La imagen solo muestra colillas de cigarros, vasos plásticos, líquidos
alcohólicos que humedecen el piso y una senda cantidad de bototos, zapatos y
zapatillas en movimiento. Siento una mano que me toma por el hombro, de inmediato
pienso en mi amigo, hace rato que lo había perdido de vista, me giro y es la
morena, la chica realmente guapa del
grupo de estudiantes de artes que habíamos conocido hace ya media hora atrás,
calculo. Mi suerte es la mierda misma,
se me acerca coquetonamente la desgraciada en el momento en que yo solo quiero
mi zapatilla perdida…me dice que vallamos por una cerveza esbozando otra
sonrisa insinuante…no sé qué decirle… apenas puedo avanzar con tanto ser humano
saltando y empujando…la situación no me acompañaba. Estamos en eso, ella me
reitera que fuéramos hacia la barra en busca de brebajes, cuando giro la vista hacia el tumulto y ahí
está, en el suelo, mi zapatilla. No pienso en nada y me abalanzo sobre ella.
Fue un piquero grandioso, un tremendo rechazo a lo Michael Jordan pero hacia el
suelo, hacia mi zapatilla. La tomo con mis dos manos riendo a carcajadas,
feliz, ahora sí podría irme con la chica a alguna andanza. Me agacho en
cuclillas para ajustármela en mí, a esas alturas al frio pie izquierdo, y me
incorporo altivo, locuaz. Ella no estaba, se había ido… la vi un rato después con
otros rockeros bebiendo y riendo.
Ni siquiera me despedí de mi amigo, le conté la anécdota al
otro día por fono, no me sentí derrotado por la pérdida de la dama, siempre
número dos en tu lista, al contrario camine recto y seguro hacia mi
hogar…nuevamente podía avanzar a paso seguro y pisando fuerte.
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